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viernes, 14 de septiembre de 2007

Acercamiento al Patrimonio Natural de Peñaflor.

En este articulo quiero poner de manifiesto algunos rincones, lugares o espacios de Peñaflor, en los que el Patrimonio Natural se muestra íntimamente ligado al Cultural, de tal manera que no nos parecería completo el segundo sin el primero. A veces están tan unidos que, indisolubles, forman parte del tejido de la memoria colectiva.
Estos recuerdos y vivencias seguro que estarán entre los más entrañables que un peñaflorense pueda tener de su pueblo y, leyendo, me daréis la razón.

Mi primer rincón está situado ante la Ermita de la Encarnación. Delante hay un patio más bien recogido, decorado con macetas que portan plantas y flores. Si lo visitamos al principio de la primavera, veremos que la umbría aún ampara a los musgos y a los “ombligos de Venus” (Umbilicus rupestres) que cuando se presentan recubriendo el tronco de un árbol, siempre lo hacen por el lado norte, donde no los alcanza el sol.

En medio del patio destaca un frutal ahora poco popular, un azofaifo (Ziziphus vulgaris), de origen oriental. Y como hay dónde sentarse y es tarde de primavera, sólo aconsejo, para completar el cuadro, un buen libro.

Mi segundo lugar es la plaza del pueblo: flanqueada por la Iglesia y el edificio del Ayuntamiento viejo, los arriates con naranjos (Citrus aurantium), adelfas (Nerium oleander), y rosales (Rosa spp) le prestan la nota verde y de color. Aquí hay varios momentos…uno de ellos entre marzo y abril, cuando las flores de azahar comienzan a abrirse y esparcen su fragancia; al mismo tiempo podemos contemplar las idas y venidas de las cigüeñas (Ciconia ciconia), cuyo magnífico plumaje, de blanco y negro, destaca contra en cielo y cuyo entrechocar de picos alcanza a oírse en todo el pueblo. Antes las cigüeñas se marchaban y regresaban en febrero pero ahora ya no se marchan.
Y en agosto, cuando ya comienza a refrescar por la tarde, es un buen momento para estarse un rato sentado en un banco de la plaza y mirar el azul claro del cielo…entonces veremos, recortadas, multitud de siluetas negras que no paran de girar y gritar a elevada altura de manera que nos envuelven con su ambiente sonoro…esos sonidos vaticinan el final del verano y los producen los vencejos (Apus apus).

Mi tercer espacio está situado a orillas del río Guadalquivir, auténtica arteria vital de nuestra región y que sirvió de vía de entrada a numerosas culturas y pueblos a lo largo de la prehistoria y la historia. Tantos pasaron que parece que fueron tribus celtas las que originaron el topónimo con el que se conocía a Peñaflor en la antigüedad, esto es, “Celti” o “Celtitán”. En este entorno nos encontramos los restos de las antaño majestuosa Fábrica de Harinas y de la Aceña y río abajo el bloque ciclópeo del Higuerón, de función poco clara. En ambos lugares hallamos a las resistentes higueras (Ficus carica) que además en el caso de la construcción megalítica le prestan el nombre; este arbusto provee de ricos frutos al hombre, pero también sirven de sustento a aves y pequeños animales de la zona. Además de cubrir de verde y dar sombra (cuidado con estar debajo de una si se es alérgico), la higuera perfuma el aire con un olor dulzón característico.
A lo largo de las orillas aún encontramos algunos álamos blancos (Populus alba), de corteza lisa y blanquecina y hojas de color verde oscuro por el haz y blanco-tomentosa por el envés lo que le sirve de protección contra la insolación; llegado el momento, las semillas del álamo se diseminan mediante una borra algodonosa blanca que flota en el aire y mancha de blanco las orillas del río y los patios del pueblo.
Sobrepasando el Higuerón por el camino paralelo al Guadalquivir, encontramos a la derecha una ladera donde se asentaban los talleres de utensilios de barro en la época romana y más adelante las, antaño populares, “Piedras Negras”; justo en ese punto empieza un bosquecillo de tarajes (Tamarix africana) que tienen una importante función contra la erosión en las crecidas. En el curso del río podremos observar, remontándolo, a las garcillas bueyeras (Bubulcus ibis), conocidas en Peñaflor como espulgabueyes, además de a las cigüeñas locales, a alguna anátida e incluso a alguna gaviota (Larus argentatus) que sube desde la costa. Entre el gran túnel que deja pasar el camino bajo la fábrica y las piedras negras tenemos un bello itinerario desde donde podemos ir contemplando como desciende lentamente el sol, al avanzar la tarde, proceso que culmina con una bella puesta de sol río abajo.

Si queremos visitar un entrono más serrano, podemos seguir la Carretera de Almenara en dirección a las primeras estribaciones de la Sierra Norte de Sevilla; podemos ir andando, dando un agradable paseo, o ir en bicicleta. Este recorrido puede hacerse durante todo el año lo que deparará diferentes vistas según la estación en la que lo hagas; naturalmente, en primavera y otoño encontraremos la vegetación en todo su esplendor. En el primer tramo, hasta aproximadamente el Km. 3, la influencia del hombre es más patente y el paisaje estará dominado por los cultivos en los que se suceden naranjos y otros frutales, maíz y trigo. Prácticamente en los laterales de todo el camino vamos encontrando conjuntos de palmitos (Chamaerops humilis), la única palmera autóctona de Europa y especie protegida. A partir del Km. 3 y conforme vamos ganando altitud empezamos a encontrarnos con especies vegetales propias del bosque mediterráneo; así aparecen árboles como las encinas (Quercus ilex o Quercus rotundifolia), coscojas (Quercus coccifera) y acebuches u olivos silvestres (Olea europaea) y plantas como la lavanda (Lavandula stoechas), el romero (Rosmarinus officinalis), las jaras (Género Cistus) y el lentisco (Pistacia lentiscus); muchas de las plantas que nos encontremos serán aromáticas. Desde el comienzo de la línea de árboles tendremos una vista magnífica del valle y el pueblo y un lugar para contemplar la caída del sol. Si andamos bien de ánimos podemos seguir subiendo por la carretera hasta aproximadamente el Km. 6, donde se encuentra el camino de entrada al Cortijo de Almenara (lado derecho), y el Castillo de Almenara (lado izquierdo): entre la ida y la vuelta habremos recorrido 12 kilómetros.
Por último, podemos visitar andando un pequeño tramo de bosque galería; deberemos dirigirnos a Las Veredas por el camino del “arroyo conejo” hasta encontrarnos con el Río Retortillo y desde el vado hasta la Presa del Retortillo podremos observar la ribera flanqueada de alisos (Alnus glutinosa), adelfas y zarzas (Género Rubus).
Aunque esta zona está bastante degradada, allí he llegado a observar cómo un martín pescador (Alcedo atthis) atravesaba volando este tramo como una flecha verde azulada. Si subimos hasta la Presa de Derivación del Retortillo tendremos una estupenda vista de la caída de la presa además de poder observar las idas y venidas de los vencejos que tienen sus nidos en esta estructura.
(Este artículo lo escribí para la revista de las fiestas populares del pueblo, donde fue publicado).

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